La tarde del 13 de julio de 1879 estalló un horroroso incendio en el barrio dels Hostalets de Puçol a consecuencia del cual quedó reducido a cenizas la posada más grande de todas las del barrio. A causa del fuerte viento que soplaba estuvo en grave riesgo de desparecer toda la barriada de no haber sido por la rápida intervención de la brigada municipal de bomberos de Sagunto.
El aviso de incendio se pasó a través del
personal del ferrocarril, que dio la alarma a la brigada de Sagunto. El alcalde
de Sagunto, Ramón López Santamaría, reunió con toda celeridad a la brigada, la
cual, con su bomba y demás material, aprovechó la circunstancia de hallarse en
la estación del tren de mercancías para trasladarse a Puçol en apenas diez
minutos, llegando tan oportunamente que el alcalde de Puçol manifestó en el
acto al gobernador civil por telegrama que no era necesario el auxilio que
desde Valencia se había solicitado.
La numerosa brigada de bomberos saguntina,
admirablemente instruida, a toque de corneta y bajo la dirección del alcalde,
consiguió, con el auxilio perfectamente combinado de algunos vecinos de Puçol,
extinguir el incendio.
Aunque no se pudo en manera alguna evitar la
destrucción completa de la posada, sí se evitó la continuación del fuego al
resto de la barriada que sin remedio hubiera desaparecido.
El fuego había comenzado poco después del
mediodía en los corrales, donde prendieron dos carros, y de allí pasó a los
depósitos de paja y utensilios, devastando el edificio y todo lo que contenía
en cuatro horas.
No se tuvieron que lamentar desgracias
personales, solamente un percance sin consecuencias para un intrépido bombero,
Pascual Rutia, y otro compañero que, gracias al casco, no fueron víctimas de un
desplome. Una fuerte quemadura sufrió en una pierna el vecino Ramón López
Alcamí, primo del alcalde, que le auxilió con un valor temerario.
Finalizaba su crónica el periodista de Las
Provincias calificando de oportuna y activa la participación del gobernador
civil, Pérez de los Cobos; de eficaz y amante de su pueblo al alcalde de Puçol;
de valiente y entendido al alcalde de Sagunto; de intrépidos, infatigables y
disciplinados los bomberos; y digno de mención el corneta de toques Lorenzo
Sanchis Rutia.
También resaltaba lo consolador que era, en
medio de la desgracia, ver la fraternidad existente entre los vecinos de Puçol
y Sagunto, los cuales se socorren mutuamente en todas la ocasiones, ofreciendo
un ejemplo digno de imitación, que patentiza lo que valen cuando se aman dos
pueblos hermanos.
En
estos primeros tiempos en los que se estaba implantando un servicio de
extinción de incendios se planteaba la cuestión de tener un sistema de alarmas
eficiente para dar los avisos en caso de incendio y también se hizo imperativo
el establecer un sistema de comunicaciones en los actos de servicio al objeto
de traspasar las órdenes de mando.
Inicialmente
fueron utilizados faroles de parafina o carburo, con vidrios de diferentes
colores y que con movimientos previamente definidos podían hacer señas desde el
puesto de mando a las bombas.
Cuando
no había contacto visual se utilizaba una persona por cada tira desplegada, que
transmitía las órdenes de viva voz, yendo y viniendo hasta el punto de origen o
destino.
Posteriormente
se impusieron las comunicaciones a toque de corneta, en el que cada toque tenía
su significado. Para este cometido, la persona designada debía conocer y saber
dar los toques referentes a todas las maniobras a efectuar por las bombas o por
el personal de la brigada de bomberos. Este sistema fue el utilizado en el
incendio del hostal de Puçol que hemos visto.
LAS PROVINCIAS, 15/0771879
LAS PROVINCIAS, 1879/07/15 pp002
EL CONSTITUCIONAL, 1882/03/09
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