En el capítulo I describe el
autor el lugar en el que está ubicada la Cartuja, destacando los lugares de
religión situados en los alrededores.
Son innumerables los Santuarios, que
ay en todas partes del Reyno pero ninguno puede gloriarse por tan singular,
como la llanura del Lugar de Puzol, distante de la Ciudad de Valencia poco mas
de dos leguas, pues blasona de ser un terreno tan grato a la Magestad Divina
que en el corto recinto y ámbito de aun no tres leguas, se hallan cinco
exemplarisimos Santuarios, que todos gloriosamente circuyen este Convento, y
Cartuxa de Ara Christi.
Comienza con la descripción y
situación del Monasterio de Nuestra Señora del Puig y continúa:
El
segundo Santuario es el que vulgarmente se llama la Valle de Jesus, que le
habitan Religiosos del Gran Patriarca San Francisco. Fundaronle unos Mercaderes
Alemanes, agradecidos al Cielo por un favor que les hizo. Primero le habitaron
Canónigos Regulares del Glorioso Padre San Agustin; y aviendo estos dexado
aquel sitio, cedieron este Monasterio de la Valle de Jesus (dedicado desde sus
principios a la Transfiguracion del Señor) a los Religiosos Franciscos, los
quales le empezaron a poseer año de 1358.
El autor yerra el año de la ocupación
del Convento de la Vall de Jesús por los franciscanos, acaecida en 1459.
Prosigue el relato situando en tercer lugar el monasterio de Sancti Spititus,
también de religiosos franciscanos; en cuarto lugar describe el convento de San
Onofre de religiosos dominicos y, finalmente, en quinto lugar, el convento de
religiosos capuchinos dedicado a la gloriosa Santa María Magdalena.
En el capítulo II, titulado Breve
noticia de algunos sugetos a quienes Dios Nuestro Señor reveló quan de su gusto
seria la ereccion de la Cartuxa en este propio sitio, comienza hablando del
fraile cartujo Miguel Soriano, continuando así:
Pedro
Muñoz, Varon por su señalada virtud, muy estimado del Venerable Padre Fr. Jayme
Sanches y muy favorecido del venerable Señor Don Juan de Ribera, patriarca de
Antioquia, y Arzobispo de Valencia, era natural del lugar de Puzol, y vivio
hermitaño en la hermita de San Julian, que tienen los Padres Cartuxos de Val de
Christo proxima a su Convento. Era tanto el aprecio que hizo de su persona el
Señor Patriarca, que ya que no pudo canonizarle, por lo menos puso la efigie en
lugar de publica veneracion; pues en el lienzo de la Cena que mando pintar para
el Retablo mayor del Colegio de Corpus Christi, que fundo en esta Ciudad, dio
orden al pintor retratasse al vivo el rostro deste hermitaño como con todo
efecto es perfectísima copia de su semblante, el que en el referido se le pinto
al Apostol San Andres. Su sencillez como de Paloma era tan agradable a la
Magestad Divina, y a su Santisima Madre, que esta Gran Señora se le apareció
una noche, mandándole fuesse a buscar una imagen suya, que esta escondida
baxo la tierra en un Monte que los vecinos de aquellos lugares llamavan el
Cabezol; y que sacándola de aquel lamentable olvido, lograsse el obsequio que
merecía en los fieles, Costole algunos días el trabajo de cavar el Monte
para hallar aquel tesoro escondido, y advirtiéndolo unos criados desta
Cartuxa, que estaban allí cultivando unas tierras, compadecidos de la
fatiga del Venerable Anciano, se aplicaron a descansarle, y prosiguiendo en
cavar a donde el se avia dexado, lograron encontrar la Santa Imagen, y se la
entregaron al dicho Muñoz con general regocijo. Llevosela a su casa,
colocándola en su aposento en el lugar de Puzol, y obro por ella la Divina
Misericordia innumerables portentos. Entre otros era el mas ordinario, que
mientras el Siervo de Dios la tuvo en su Casa, todas las veces que se
reconocían en las nubes algunos pronosticos que amagasen ruina en los frutos, y
en los campos, al instante acudían todos a su Casa para que intercediese por
ellos, y sacándola a la ventana, y arrodillado en presencia de la Imagen, al
punto se desvanecían milagrosamente las nubes, serenándose el tiempo, y los
animos de todos, que confessavan deber estos favores de el Cielo a las suplicas
de este gran Siervo de Dios. Pareciole después que no era digno de poseer tan
peregrina joya, ni que su Casa era proporcionada Concha para tan rica perla, y
entregándola al lugar de Puzol, se le labro en su Iglesia Parroquial una
decente Capilla, en donde oy se venera con la invocación de Nuestra Señora del
Pie de la Cruz; experimentando la devoción infinitos milagros con su
patrocinio. Murio finalmente Pedro Muñoz en concepto de Varon tan exemplar, que
el Señor Patriarca le mando enterrar en la Iglesia de su Magnifico Santuario
junto a la puerta de la Sacristia, teniéndole en su opinión por Venerable.
El autor, José Vicente Ortí y Mayor, en la introducción del libro, dirigiéndose
al lector, cita como su principal fuente “el archivo de esta cartuxa, y
consta todo en una memoria que de ello dexo escrita de su mano el Padre Don
Juan Bautista Giner primer monge de este Monasterio, bajo cuyo supuesto debes
ya dar por indubitable la seguridad de esta relación, pues su inteligencia y
religiosidad quitan toda sospecha para la mas leve duda”.
En este texto escrito de 1732,
en el que narra la vida y descubrimiento de la imagen de la Virgen, las líneas
que aparecen subrayadas difieren notablemente de la realidad. Así pues, vemos
cómo a Pedro Muñoz se le revela la situación de la imagen enterrada mediante
una aparición de la Virgen y no con la visión de la caída de las cinco
estrellas. Cuantifica el trabajo de Pedro Muñoz de cavar en busca de lo
enterrado en varios días cuando realmente fue un solo día y en cuanto a los
criados, dice que lo eran de la Cartuja, cuando en 1570 era una alquería propiedad
del inquisidor Cristóbal Roig, ya que la Cartuja no se fundó hasta el año 1585.
Dice que estos
dos criados cavan donde lo había dejado Pedro Muñoz compadecidos de su penoso
trabajo cuando en realidad lo hicieron a escondidas creyendo que encontrarían
algún tesoro enterrado y al encontrar la imagen no se la entregaron a Pedro
Muñoz con general regocijo sino que hubo que forzarles a entregarla.
Este mismo autor publicó en 1747, quince años después
de esta historia de la Cartuja, la
obra titulada Vida del Venerable hermano
Pedro Muñoz y descubrimiento de la imagen de Nuestra Señora al Pie de la Cruz
venerada en Puzol, donde ya quedan subsanados todos los errores cometidos en el libro mencionado al
principio, ya que, para escribir esta obra, se documentó con el manuscrito del
sacerdote de Puçol, Francisco Planes, y también con el más extenso escrito por
Isidoro Planes.
En las obras de construcción de
la Cartuja de Ara Christi, iniciadas en el año 1620, según consta en los libros
de gastos de obra, intervinieron numerosos vecinos de Puçol en oficios tales
como obreros, albañiles y peones, como encargados de amasar cal, como carpinteros
de obra y, también, como encargado de trabajar el esparto para hacer capazos y
otros útiles, figura un sarier de Puçol.
La
gran cantidad de ladrillos, tejas y azulejos necesarios para las obras se
encargaban a diferentes rejoleros de los pueblos de los alrededores, entre
ellos al rejolero de Puçol, Juan Tejero.
Al
acto solemne de colocación de la primera piedra de la iglesia de la Cartuja,
celebrado el 4 de marzo de 1621, que fue presidido por el arzobispo de Valencia,
Fray Isidoro Aliaga, acudieron numerosos vecinos de El Puig, de Puçol y de
otros lugares vecinos,“concluyose esta devota función con abundantes
lagrimas de ternura en quantos asistieron a ella, siendo tan numeroso el
concurso que parecía averse despoblado los lugares convecinos”.
● BARLES GAGUENA, Elena.
Historia constructiva de la cartuja de Ara Christi 1585-1835. Artigrama,
núm. 17, 2002
● ORTÍ Y MAYOR, Joseph Vicente, Fundación
de el real monasterio de N. Señora de Ara Christi de monges cartuxos en el
Reyno de Valencia. Valencia. 1732.
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