El domingo 3 de abril de 1966, Domingo de
Ramos, aparecía en el semanario publicado por la parroquia, la popular Aleluya, una noticia redactada por el
cura párroco don Enrique Viñals en la que daba a conocer los actos litúrgicos
de la Semana Santa.
Para el martes 5 de abril a las 4:30
estaba programada …la despedida del Señor
y la invitación a los días santos. Las madres digan a sus hijos que no den en
las puertas, sino en tierra, para que no reciban al Señor con la escoba en la
mano; eso desdice en el tiempo en que vivimos…
Por su parte el alcalde, Enrique Pi Gomis,
de acuerdo con el señor cura, había visitado a los maestros rogándoles que
dijesen a sus alumnos que debían suprimir el uso de las mazas, pues ello
desdecía con la seriedad de los actos religiosos.
Ambas recomendaciones surtieron su efecto
ya que don Paco Roca, en uno de sus escritos, anotaba: Hoy 5
de abril, Martes Santo del año 1966, pese a lo difícil que es abatir una costumbre
antigua, sin medidas detergentes o drásticas, con silencio y sin alharacas ha
quedado suprimida sin estridencias la antigua costumbre de les mases, ya que
hoy no hemos visto ningún niño con maza y muy pocos sin ella, quizá como muda y
respetuosa protesta. El espectáculo tradicional callejero ha desaparecido,
quedando solamente la parte seria y religiosa.
La salpassa o sarpassa, del latín, sal y
aspergere, era una antigua costumbre consistente en bendecir con agua y sal las
casas y las familias el día de Martes Santo. Como hemos visto más arriba, era
la despedida del Señor, que iba a visitar todas las casas ya que dos días
después, el Jueves Santo, tenía que morir.
Para este día las amas de casa
habían limpiado bien su parcela de calle y acera y esperaban la llegada del
sacerdote con las puertas de la casa abiertas de par en par. Junto al bancalet se preparaba una mesita con su
mantel blanco en la que se disponía alguna imagen religiosa, un plato con sal,
una jarra con agua y otro plato con huevos. En torno a esta mesa esperaban los
moradores de la casa.
Para este acto litúrgico el sacerdote,
revestido con roquete y estola, recorría las calles del pueblo bendiciendo una
a una las casas y a sus moradores. Le acompañaban los monaguillos, igualmente
revestidos, que llevaban grandes cestas de mimbre, un recipiente con sal
bendecida y el acetre e hisopo, el sarpaset.
Uno de los monaguillos anunciaba la
llegada del cura para bendecir y despedir al Señor haciendo sonar una campana
de mano, pero el verdadero aviso lo protagonizaban los niños, y no tan niños,
que iban de casa en casa golpeando con mazas puertas, paredes y rejas. Para
ellos este acto religioso se convertía en una auténtica fiesta ya que el día
anterior habían preparado las mazas de madera de carrasca, guardadas del año
anterior. Las amas de casa defendían sus puertas y ventanas armadas con la
escoba, intentando que no se acercaran a ellas la chiquillería.
Llegado el sacerdote a la casa rezaba
una oración, tomaba parte de la sal bendecida que portaba el monaguillo y la
mezclaba con la sal de la familia. Después bendecía el agua y aprovechaba para
interesarse por los moradores de la casa e invitarles a los oficios de Semana
Santa. Terminada la ceremonia la familia besaba el crucifijo que llevaba el
sacerdote, mientras los feligreses permanecían arrodillados. El agua bendecida
era guardada para beberla o rociar puertas, paredes, habitaciones y todos los
rincones de la casa.
En agradecimiento, los vecinos
le ofrecían huevos, que recogían los monaguillos en las cestas, y también algún
donativo en metálico.
Antes de iniciarse el acto la
chiquillería esperaba en la plaza la salida del señor cura de la iglesia. Esperaban
sentados en el suelo, haciendo corro y golpeando el suelo con las mazas, a la
vez que se entonaban las cancioncillas populares propias de ese día:
Ous ací, ous allà bastonaes a l’escola …….
Ous a la pallisa ous al ponedor bastonaes
al senyor retor …
Y algunas más que no recuerdo …
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